Le pido al altísimo que nos ilumine para que al momento de tener que tomar una decisión, ésta, esté acompañada de los más preclaros y prístinos valores éticos, morales y jurídicos; no me acerco a la tribuna forense, en búsqueda de un triunfo o de una derrota. Acudo a el, en aras de hallar la verdad material; aquella que nos impida, por el prejuicio o el simple amargor, de un hecho execrable que pudo haber sido cuando nunca lo fue, acometer por el camino equivocado de amargura y llanto. No siempre la victima, es victima; como tampoco, es victimario, a quien a prima facie, se le imputa la comisión de un hecho delictivo, que antes que a la razón, llega al corazón sin permitir el análisis serio y ponderado que nos impida errar y con ello, más que errar pecar. ¡Que Dios salve la cordura¡ (Iván Darío Botero Rodríguez, septiembre 10 de 2004)
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